“Los pintores que desean hacer un arte social y que aman la belleza de la pintura en sí misma, son los que no olvidan que están en este mundo lleno de injusticias para formar filas al lado del pueblo. El pintor social cree ser el intérprete del pueblo, el mensajero de sus sentimientos. Es aquel que desea la paz, la justicia y la libertad.”
Cándido
portinari
2014/
Diciembre/ Por: Luis Eduardo Jiménez Barco*
Desde
hace ya tres años en la RAPSO estamos realizando el ejercicio investigar y estudiar
desde los diferentes grupos de nuestra
red, para crear la bases de lo que en un momento empezamos a denominar como “Cultura Popular”, algo de lo que teóricos
desde la sociología y la antropología están hablando desde hace décadas
diferentes. Sin embargo desde RAPSO hemos planteado una discusión muy distinta
a las ya existentes, al afirmar que la cultura popular no es un concepto en sí
mismo, ni está en la naturaleza de los pueblos, ni es tan solo una lectura sobre
el quehacer las diferentes comunidades en América Latina, puesto que la cultura
popular la concebimos como una construcción de carácter colectiva y popular, como
una práctica social. Igualmente pensamos
que la cultura popular, como la planteamos, no puede reducirse al análisis que
todo lo categoriza desde un enfoque “neutral u objetivo”, como se pretende
desde la epistemología y el discurso occidental, en tanto que no creemos hallar
la verdad única y objetiva en el concepto de “cultura popular”.
No
se trata de conceptos fríos. Todo lo contrario. Lo propuesto en diferentes
foros y encuentros de artistas en el suroccidente nos llevó a hablar de la
edificación de una cultura popular para la trasformación social y, por ende, de
una paz estable y verdadera. Hablamos de la cultura popular no desde el “científico
objetivo” sino desde la perspectiva de los que intentamos “hacer” arte y
cultura en nuestra sociedad. Esto no quiere decir que desconozcamos los diferentes
aportes teóricos por ser meramente occidentales, pues de lo que se trata es de construir
desde nuestra perspectiva, sin desconocer aportes universales o al menos
válidos para nuestro propósito. Por esta razón es que en relación a lo que
llamamos “cultura popular”, nos hemos propuesto teorizar y no conceptualizar, debido a que el “concepto” supone una
significación universal que pone en peligro este ejercicio de posibilidades que
retoma otras perspectivas y prácticas. Entonces fue de este modo que llegamos a
plantearnos un proceso de construcción colectiva, múltiple; y decimos hoy que no
es tiempo de conceptualizar sino de teorizar para ampliar precisamente las
variadas visiones y aportes.
En
ese propósito de fundamentación desde nuestro quehacer consideramos pertinente
acercarnos a la reflexión del arte y la sociedad. Creemos que una de las bases
de la cultura popular está en la reflexión en torno al arte y la realidad
social; esto es, la pertinencia del arte en un contexto social y político en
que se realiza la creación artística, y la pertenencia de nuestro quehacer en
el contexto de conflicto social y armado
que vive el pueblo colombiano, generado y sostenido por el Estado durante
décadas.
Los
artistas y su creación no pueden extraerse de la sociedad, de su contexto. Como
seres humanos somos sujetos sociables,
hacemos parte de una sociedad, por lo tanto hacemos parte de una comunidad
cultural surgida y enclavada en un contexto histórico y geográfico, preciso y precisable.
Los seres
humanos establecemos relaciones con otros seres y en esa fluidez construimos cultura. A través de los
diferentes aspectos de la cultura, costumbres, religión, reglas, artes, formas
de hacer y ver el mundo, discernimos los valores y efectuamos opciones. A
través de la cultura y el arte los seres humanos nos expresamos, tomamos conciencia de nosotros
mismos y de la sociedad en la que
vivimos, nos reconocemos como un proyecto inacabado, ponemos en cuestión
nuestras propias realizaciones, buscamos
incansablemente nuevas significaciones, y se crean obras que se expresan
y pretenden transcender.
El arte y
cultura – como producción histórica- da a
los seres humanos la capacidad de reflexionar sobre sí mismos. Es la cultura la
que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y
éticamente comprometidos.
El
artista que vive en una sociedad determinada recoge desde el colectivo o individualidad esa sociedad misma y la
expresa desde los diferentes lenguajes que tiene el arte. Debemos aclarar aquí
que no debemos entender la “individualidad” como expresión propia, íntima del
sujeto, sino como individuación, esto es, como ser afectado y que afecta
socialmente. En esa medida lo que llamamos “individuo”, en realidad, es el resultado
de afecciones sociales, es el resultado de una conjugación de múltiples
perspectivas de la sociedad y su ser mismo. Por ende el artista no se excluye
de la sociedad, más bien, expresa sociedad y el deseo de una no-sociedad del
ahora, o dicho de otro modo, una negación de la sociedad actual (sociedad en conflicto)
y deseo de una nueva sociedad que posibilite desarrollar al ser humano como
individuación (sociedad en paz).
Es
en este sentido que la creación artística es una producción social, en tanto que
es creada desde el ser humano (social), esto es, consciente de su sociedad, de
su entorno, de su realidad y contexto. Además el arte no es natural, puesto que
no pertenece a las cosas de la naturaleza misma, ni existe por naturaleza sino
que es resultado de prácticas y deseos humanos claramente sociales. De modo que
la práctica social del “arte” es una expresión de la sociedad misma, de sus
posibilidades, de sus potencialidades,
de sus fallas, de sus deseos, de sus proyectos, de su realidad social.
Por
ello decimos que el arte y la cultura que revindicamos, construyendo con
nuestros trabajos con los compañeros y compañeras de la RAPSO en el
suroccidente, es un arte que expresa realidades y deseos de los sectores
populares, intereses urgentes de nuestro pueblo; superación de miedos implementados
por el terrorismo del Estado a través de sus máquinas de guerra como la
televisión donde se da la guerra ideológica a ultranza; un arte que resiste y
enfrenta al paramilitarismo, a las políticas guerreristas y el sistema
educativo globalizante, con una propuesta distinta a la del Ministerio de Cultura
que solo pone a competir a gestores culturales y artistas entre sí, entre
nosotros mismos, para que luego sean aprobados nuestros proyectos recibiendo
una miseria que no aporta a una política cultural de fondo, y continuada, que
apunte a la construcción y trabajo con la comunidad, mientras que por otro lado
se invierte un presupuesto inimaginable para la guerra que acaba con el dinero
necesario para la inversión social y cultural.
La
cultura popular, como expresión del deseo de una nueva sociedad y un rechazo de a un Estado
excluyente y a unas políticas donde se da más importancia al capital que a nuestras comunidades, es la base para
la construcción de una paz con justicia
social. Desde nuestra perspectiva estamos convencidos que las salidas a
una paz duradera y verdadera debe comenzar con la educación de nuestra población, con la inversión cultural en las
comunidades, con un sistema económico y político donde no sea más importante el capital y las
ganancias que el mismo ser humano. Por
lo tanto la salida a la paz es política, pues mientras no haya empleo y
salarios dignos para los trabajadores del arte y la cultura, mientras nuestros
niños de los sectores populares no tengan acceso a una formación artística con
perspectiva profesional, mientras no paren las persecuciones y desapariciones contra
los luchadores sociales y populares y a los artistas, mientras los campesinos no
tengan sus tierras, mientras las trasnacionales no dejen de explotar y
expropiar nuestras riqueza, nuestras
tierras, nuestra agua, mientras las mujeres no sean respetadas en cada espacio de
la sociedad, mientras la bases militares extrajeras no se vayan del país,
mientras el Ministerio de Cultura no deje de implantar a los artistas
colombianos en lógicas de solo mercado como las industrias culturales,
entonces, no habrá paz en Colombia.
Por ello planteamos e invitamos a la construcción
de un arte y cultura popular que expresen nuestros intereses, nuestros deseos; un
arte que haga valorar nuestras formas de
hacer, nuestras cosmovisiones, donde el arte no sea más bello según el modelo
de la cultura y estética hegemónica, porque simplemente no habrá paz verdadera
y duradera en el país, si a éste se le niega su riqueza cultural, sus expresiones,
su libertad para expresar, su identidad.
* Luis Eduardo
Jiménez es docente, filósofo y director de teatro, y actualmente coordina la RAPSO (Red de Artistas
Populares del Suroccidente).
me parece muy buena esta información, es útil y practica tiene todo lo que debemos saber de este tema e igual que la información mas amplia para poder a hacer una tarea que necesite toda la información buena y amplia para realizar los trabajos designados
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